Villa María, 25 de Abril de 2024

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24-11-2013

El estrés agota y también apura el envejecimiento de las personas

Disminuye la capacidad cognitiva y la vitalidad. Las hormonas se desequilibran y ponen en riesgo el sistema inmune. Qué hacer para evitarlo y escapar de los problemas que genera.

A un mes de que termine 2011, el marcador de energía de muchos está llegando al nivel rojo y, en buena medida, se debe al estrés que hoy caracteriza el modo de vivir de las personas, incluyendo a los niños.

Las exigencias, tensiones y preocupaciones actuales –estresores, en términos específicos– no tienen límites, y desdibujan el panorama de bienestar de toda persona que no sepa o no pueda protegerse.

El problema crítico es que, por lo general, los seres humanos sometidos a estrés prolongado, al que se denomina distrés, no se dan cuenta de que las tempranas canas, las dificultades en la memoria, la intolerancia y el mal humor son algunos signos del estado de tensión permanente, y que esta hiperexigencia mental y física es causa de envejecimiento temprano.

Esto significa que las personas perciben el malestar y el desgaste, pero no es frecuente que los relacionen con los factores de estrés, como para ponerles freno y preservarse.

“Padecer estrés crónico o distrés genera en el individuo un efecto de desgaste de sus sistemas en forma prematura, en la medida que no aprenda y practique nuevas destrezas de afrontamiento para disminuir el impacto de los estresores”, advierte Alfredo Ortiz Arzelán, miembro fundador y presidente de la Federación Latinoamericana de PsicoNeuroInmunoEndocrinología. “Encanecimiento, debilidad muscular, arrugas, ojeras, disminución de la tolerancia, ansiedad, angustia y depresión son algunos de los vestigios que se ven en los individuos estresados”, agrega.

En estas circunstancias y a lo largo del tiempo “disminuyen las capacidades cognitivas (concentración, memoria, aprendizaje, fluidez del lenguaje, planificación, razonamiento, etcétera) y las capacidades físicas, es decir que cuerpo y mente acusan el esfuerzo al que se vieron sometidos”, explica.

Reactivación de la memoria. Frente al estrés crónico y los problemas de memoria, “la capacidad de procesamiento del sistema nervioso central es enorme, pero no es infinita ni ocurre de una manera estable”, afirma el endocrinólogo.

“Por eso, muchas veces el exceso de informaciones y de situaciones hace que en el cerebro ocurra como en un celular: al no tener memoria disponible, cuando llega un mensaje hay que borrar anteriores para seguir recibiendo y comprendiendo la información”, explica.

Por otra parte, estimulando la plasticidad de las neuronas se pueden superar los estragos del estrés, siempre que se logre afrontar muy bien los factores estresores. En otras palabras, nuestro disco duro o sistema nervioso central tiene la capacidad de rehabilitarse frente a un daño y recuperar la conexión neuronal. “Pero lo que sí deja marcas indelebles o imborrables en la memoria es el acontecimiento que generó el estrés”, remarca Ortiz Arzelán.

Mediante imágenes del sistema nervioso central tomadas con sistemas de medicina nuclear (por ejemplo PET, Spect o resonancia magnética nuclear), se está demostrando cómo el estrés y todas las emociones que viven en el ser humano modelan áreas, agrandan algunas, y atrofian otras.

“Poco a poco se están estableciendo cuáles son las áreas de estos procesamientos y vemos qué funciones cerebrales superiores, emociones, pulsiones y memoria tienen zonas comunes en el sistema límbico donde se pueden establecer algunos patrones”, indica. Sin embargo, los resultados varían con cada individuo y dependen de su historia.

Por lo tanto, hay que entender que la función de la mente “es un proceso complejo, donde trabajan redes neuronales en paralelo, y que el entorno modifica las funciones, como así también los psicofármacos, y que la alimentación, la actividad física, la energía dada y recibida son altamente moduladores de los procesos de daño y recuperación”, concluye.

Para tener en cuenta

Para cumplir. No fumar. Alimentarse con restricción de calorías, y consumir alimentos ricos en sustancias antioxidantes. Practicar actividad física aeróbica de manera constante. Ejercitar la memoria con técnicas aplicables en la vida cotidiana (lectura, narración, crucigramas, ajedrez).

Meditación. Practicarla con técnicas de relajación, respiración, inducción, que permitan un equilibrio interno mejor y que aporten mayor facilidad para aplicar estrategias de afrontamiento para el estrés.

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